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Te despiertas acompañado de los sonidos de algún animal, después de algunos segundos de desconcierto caminas hacia la cocina, por el camino tomas algo de leña y preparas el primer café del día; aún no aparece el sol, sientes frío;

 

Enciendes la radio y sigues atentamente cada palabra que dice el locutor, siempre te ríes con las llamadas que llegan a la emisora contando historias del tema del día, miras sin afán el reloj, solo lo haces por la vieja costumbre de siempre llegar a tiempo,

Don Álvaro no tiene quien le escriba

Vas caminando lenta y cansadamente hacia un mesón grande de madera algo roída, sobre él tienes la mayoría de los enceres y la comida de la semana de todos; tomas un puñado de maíz y lo tiras a las aves del corral, amas contemplarlas, su mirada frenética, sus hermosos colores , la elegancia habitual de  andar y  el modo sagaz de correr;

 

Un ladrido te saca del encanto y te recuerda que debes recoger las sobras del día anterior y las llevas a los perros que custodian la casa en varios flancos, amarrados por el cuello desde aquella vez que “Sultán” desapareció.

Ya estás de regreso a la cocina, sigue sonando la radio de fondo y por medio de una ventana se aleja el humo de la leña ya quemada. Observas minuto tras minuto como todo se escapa, como los años pasan, como todo es la misma mierda todos los días, como los amigos van, vienen, mueren, observas como el silencio acalla todo el ruido de tu vida si no hay oídos que tengan tiempo, sientes cada vez más frío, sientes que todo es tan grande,

 

¡SIENTES QUE ALGUIEN GOLPEA EN LA PUERTA ¡

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